Todos queremos ser los mejores en todo, es una de las máximas actuales, pero va más allá de querer ser a serlo, no basta con tener ganas de realizar las cosas, sino se requiere talento e inteligencia, idealizar no es suficiente.
La primera vez que oí hablar de la inteligencia emocional fue en la secundaria cuando un profesor nos dejo leer el libro de Daniel Coleman, me pareció maravilloso, y lo entendí como si fuera una frase del súper héroe mexicano llamado Kalimán “ El que domina la mente lo domina todo”.
Con el paso del tiempo entendí que no es fácil determinar cuál es la inteligencia que tengo y de pronto no preciso hondar en ello, en toda mi vida he sido muy disperso y hasta la fecha lo sigo siendo, sigo buscando mi lugar, los test me indican que mis mejores puntajes van en lo interpersonal y lo intrapersonal, pero eso no me sirve mucho para tocar un instrumento y tampoco para bailar, sé que es no es indispensable pero siempre he querido hacerlo bien.
Lastimosamente también recuerdo cuando una persona cercana se inscribió a un certamen de belleza y el único requisito en la convocatoria era el de exponer o presentar algún talento, lamentablemente la frustración y desesperación se hizo presente, “No sé cuál es mi talento, creo que no tengo ningún talento”. Creo que en ese caso le habría venido bien presentar algún texto o un ensayo referente a la inteligencia interpersonal, como justificante ante la carencia de talentos artísticos, culturales o deportivos.